De hecho, todo en ella coge desprevenido al respetable, y quizás lo que más sea su propia estructura. Concebida como batiurrillo de géneros, Linklater alterna una ficción (¿dramatización de la realidad?) relega a un papel secundario, con declaraciones continuas de habitantes del pueblo... que son actores, claro. De manera que de tan peculiar protagonista, ese hombre imposible que tanto se sacrifica por sus vecinos, el espectador recibe estímulos encontrados, motivados por esa ambigüedad hallada en el contraste entre el realismo y lo grotesco de todo el planteamiento. La película tarda poco en buscar las mil y un posibilidades a las que dan pie las migajas de hechos reales recogidos en el artículo original, y hasta parece pasárselo en grande lanzando estímulos contrapuestos para que odiemos/amemos y comprendamos/condenemos a un personaje ora adorable, ora terrorífico. Es un hombre extraño, este Bernie. Perfeccionista, perfecto en todo lo que hace, amanerado, demasiado angelical... seguro que todo es fachada. Y sin embargo la película no da ninguna pista al respecto, más bien al contrario: parece querer forzar al espectador a creer sí o sí en su pureza de espíritu. Salta a la vista que el papel era un caramelo para quien se lo llevara, y los primeros minutos del film ya son suficientes para comprobar el enorme potencial camaleónico de Black: impagable esa clase sobre la preparación del cuerpo de un difunto por un devoto de su trabajo. Ya lo decíamos: sensacional trabajo de un sensacional actor.
Pero no es solamente un personaje el foco de interés de Linklater. Más bien al contrario, pues por más que toda la cinta gire en torno a él, en realidad el autor se queda más que a gusto retratando a una sociedad basada en la falsedad y en las apariencias. O sea que Bernie, tan inocentilla que parecía ella, acaba siendo una implacable arma de destrucción masiva contra determinadas formas de pensar, determinadas geografías de los USA, y más en general, contra el American Way of Life del que tanto se farda en el, ejem, país de la libertad y la justicia. Cómo de mal tiene que ir la cosa, para que la figura más entera y honesta del film sea un Matthew McConaughey en plan hombre de la ley texano, de aspecto cuanto menos estrambótico.
En definitiva, Bernie acaba resultando tan curiosa como insolente, y tan distinta como revoltosa. Es probable que se condene a sí misma con su arriesgado planteamiento, no tanto porque se convierta en un producto de dudoso recorrido comercial, sino porque la insistencia en mantener su esquema de documental a base de declaraciones puede jugarle alguna mala pasada rítmica y repetirse en exceso. Del mismo modo, se puede acusar a Linklater de haber desaprovechado la oportunidad de ahondar un poco más en el retrato de Bernie, buscando justificaciones a su comportamiento y a determinadas decisiones que toma a lo largo de su estancia en el pueblo (aunque bien cierto es que estos personajes acostumbran a aparecer en los diarios así, de la nada, sembrando más dudas que otra cosa y dejando que la imaginación del lector haga el resto). Vale. Pero aun con tales acusaciones, Bernie saca pecho como una de esas propuestas originales, frescas, divertidas y, a su manera, revolucionarias. Película de culto a reivindicar desde ya.
7/10
Por Carlos Giacomelli
Ok, yo me apunto. Este tipo de pelis me hacen gracia...
ResponderEliminarMuy estupendo todo. Peliculaza.
ResponderEliminarYo soy muy de Linklater ya empezando por "Slacker". Vale, tiene sus menos, pero es un tipo grande. Hasta "Dazed and Confused" me mola, fíjesusté...
SSR, más que graciosa, es curiosa. Lo cual, a mí me vale casi más que lo primero!
ResponderEliminarBlu...Xavi, juas, ni idea ni de una ni de otra, tú...