Pero en el fondo no deja de ser una especie de mirada proustiana a su propia vida. Ruiz tiene su propia magdalena, su propio desencadenante emocional, sus propias encarnaciones del yo pretérito y -que la cosa también habla de la cinefilia- tiene hasta su propio Rosebud, ese cacofónico Rododendro que evoca facetas que él mismo creía desvanecidas en el peso de la experiencia. Y con la ayuda de los objetos, pero también de las sensaciones visuales y auditivas o incluso de las figuras claves en su formación -se pasean por estas imágenes las encarnaciones de Beethoven y Long John Silver-, el cineasta se expone a sí mismo.
Y así es. Lo cierto es que La noche de enfrente no esconde su condición de pura recreación lo-fi de tiempos pasados. Tanto es así -Ruiz siempre ha rodado con presupuestos paupérrimos- que el resultado global tiende a mostrarse en casi todo momento desnaturalizado, falseado, ya sea mediante superposiciones evidentes -chromas forzados- o mediante el tratamiento de choque de la fotografía y el virado de color, que busca casi autoparódicamente los amarillentos y ocres propios de la evocación del pasado más rancia. Del mismo modo, las interpretaciones son deliberadamente teatrales, y no temen caer en la declamación, como tampoco en la pura lírica, en el recitado poético. Es el artificio premeditado que permite articular el discurso desde el punto de vista que más le convenga. Desde una vertiente teatral, operística, literaria o autobiográfica; clásica o moderna; lo que se preste, lo que se le antoje.
Porque La noche de enfrente es, además de una película moderna en su propia flexibilidad, una nueva muestra de total libertad, tanto autoral como narrativa. No es raro que a momentos se agolpen los tonos, los argumentos, los recursos. Que los saltos temporales inexplicados guíen la historia mediante una dulce anarquía. Que la narración se rija más por la lógica de los sueños y la memoria que por el devenir rígido y causal de los acontecimientos. Sin temor a caer en lo chocante, en lo absurdo, en lo patético, en lo surrealista o en lo emotivo.
Pero es que todo ello no sólo se debe a la reivindicación de un autor que, hace poco, ya lo hacía con el mero hecho de pretender contar de manera extensísima parte de la Historia reciente de Portugal (Misterios de Lisboa); sino también a la propia idiosincrasia conceptual de la película. Queridos espectadores, parece decir Raúl Ruiz, déjense llevar, porque esto habla de espíritus, de fantasmagorías, de la difusión entre los límites metafísicos, de la ruptura de las barreras entre la vida y la muerte. Esto es, en el fondo, una reivindicación de la vida en su forma más pura: esa que, en la esfera del recuerdo y del imaginario colectivo -de la que ha pasado a formar parte el realizador- a menudo es más intensa que en el ámbito terrenal. Si la Tierra está poblada de fantasmas vivos, otros fantasmas que por el contrario ya no la pisan se mantendrán vivos en nuestra memoria.
Raúl Ruiz. En el recuerdo.
8/10
Por Xavi Roldan
Mi primera película de Sitges fué de este señor: Ce jour-là....
ResponderEliminarQueria salir corriendo del cine, pero todavia no sé si me gustó o no.
Jaja... hombre, si querías salir corriendo del cine, a menos que fuera para empezar a berrear a lo bestia lo buena que era, creo que está claro si te gustó o no... ;)
ResponderEliminarDe todos modos, fuera coñas, si te despertó alguna reacción ya es algo, no?
Saludos!
Era desquiciada, raruna y seguro no lo que esperaba ver. Ahora, no es la que peor puntuo en Sitges. Esos truños inmensos como Moscow Zero, esa peli húngara que acaba con uno que se hace un carrete con sus intestinos, Repo! The genetic Opera, ABC of Death...
ResponderEliminarPara (después de) el proximo Sitges, podriais hacer una lista de'Lo puto peor' o tambien de 'Lo más decepcionante', películas que sin ser malas no llegan a lo que se espera.
"Era desquiciada, raruna y seguro no lo que esperaba ver" <-- Juas, ¿dónde está el problema?
ResponderEliminarY sí, una lista de ese calibre molaría... Pero también es tarea titánica: la cantidad de bostas que uno llega a ver en Sitges se calcula en términos de googolplex...
Pero no es mala idea... Ya lo pensaremos!